Por Felipe Loaiza Arias, Profesional experto en lumínica, División de Fiscalización (DFZ).
Cuando niño, durante las vacaciones de verano en un camping en Vilches, Cordillera de los Andes de la región del Maule, una de las actividades con mi familia era acostarnos en la noche sobre las rocas que bajaban de los cerros, aún tibias por el sol, para escuchar el río y mirar las estrellas. En esas noches, al dejarme atrapar por la inmensidad del cielo nocturno, el movimiento de las estrellas, reconociendo algunas constelaciones, planetas, nebulosas, construí una conexión con ese cielo, haciéndolo parte de mí.
Una vez que regresaba a mi casa en Santiago, miraba la noche y era absolutamente distinta, sólo podía distinguir una pequeña parte del cielo nocturno. Salí nuevamente a mirar esta noche y tan sólo pude reconocer unas pocas estrellas, que tal vez podría contar con mis dos manos.
En Alemania, el investigador Christopher Kyba, del Centro Alemán de investigación en Geociencias de Postdam, señala que un niño nacido en una zona donde son visibles 250 estrellas será capaz de ver 100 cuando cumpla 18 años. Cabe preguntarnos entonces ¿Cuantas estrellas puedo ver desde mi casa? ¿Cuántas veré en 10 años más?
Esta reducción se debe a que la contaminación lumínica está aumentando a un ritmo muy acelerado en nuestras ciudades, aproximadamente un 10% cada año, según la propia investigación de Kyba, publicada en la revista Science en enero de 2023, que recopila datos desde el 2011 al 2022.
De hecho, ya en el año 2016, los datos del estudio del Atlas Mundial de la Contaminación Lumínica, del investigador italiano Fabio Falchi, aseguraban que menos del 1% de la población de Chile vivía en zonas con cielos oscuros y que más del 30% vivía en lugares donde no era posible ver estrellas.
Para muchos de ustedes quizás nace la pregunta ¿Puede la luz ser contaminación? Pues la respuesta para esto es sí. De hecho, en nuestro país, particularmente desde el año 2019, producto de una modificación de nuestra Ley de Bases Generales del Medio Ambiente, la Ley N°19.300, se incluyó la luminosidad artificial como parte de la definición de contaminante.
Si analizamos justamente dicha definición, nos dice que son ciertos elementos, entre ellos la luminosidad artificial, cuya presencia en el ambiente puede constituir un riesgo a la salud y calidad de vida de la población, a la preservación de la naturaleza o a la conservación del patrimonio ambiental.
Muchas veces pensamos en contaminación y en nuestro imaginario tenemos la imagen de una chimenea humeando, de un río con peces muertos, de un horizonte lleno de basura. Sin embargo, cuando salimos de noche, miramos el cielo y pareciera estar siempre atardeciendo, una noche que no llega nunca, eso es contaminación también. Cuando ingresa la luz del alumbrado público o de un cartel publicitario a nuestro dormitorio, eso también es contaminación.
Hasta hace muy poco, la contaminación lumínica producida por el mal uso de la luz artificial era de preocupación, para no afectar negativamente la observación astronómica que se desarrolla en el norte de nuestro país. Una actividad que, a nivel científico de investigaciones de frontera, se viene desarrollando desde los años 60 con la instalación de observatorios internacionales en los cerros Tololo, Pachón y La Silla, de la región de Coquimbo, o posteriormente con la instalación de los observatorios en cerro Las Campanas de la región de Atacama, cerro Paranal, Armazones y Llano del Chajnantor en la región de Antofagasta. Y es que las condiciones extremas del Desierto de Atacama lo han convertido en un Laboratorio Natural para el desarrollo de esta ciencia, que en los próximos años albergará cerca del 70% de la capacidad de observación astronómica instalada en nuestro planeta.
Si volvemos a la definición de contaminante nos daremos cuenta de que, quizás hasta el momento, la norma lumínica nacida a fines de los 90 para proteger el cielo nocturno podría coincidir con que la luz artificial es un contaminante que afecta la conservación del patrimonio ambiental. Sin embargo, desde hace al menos una década, el aumento de antecedentes sobre el impacto de la luz, particularmente la luz blanca fría, en especies animales; tanto mamíferos, aves e insectos, incluyendo especies marinas, algunas de estas categorizadas como “en peligro”; así como también afectaciones sobre nuestra propia salud, nos ha demostrado que este contaminante también puede constituir un riesgo para la salud de las personas, su calidad de vida y la preservación de la naturaleza.
Ante esta nueva realidad, la Nueva Norma Lumínica, aprobada por el Decreto Supremo N°1 del 2022 del Ministerio del Medio Ambiente, recoge esta problemática, incluyendo nuevos objetivos de protección a la misma (biodiversidad y salud de las personas), convirtiéndose esta vez en un estándar con alcance nacional e incluyendo restricciones de color a la parte azul del espectro visible, que es lo que caracteriza a la iluminación blanca fría, que hoy debemos considerar como contaminante. Cabe hacer presente que, la Nueva Norma Lumínica iniciará su vigencia, progresivamente, a partir de octubre de este 2024 en ciertas Áreas de Protección Especial y en todo el resto del territorio en octubre de 2026.
En este Día Internacional de la Luz 2024, que busca destacar la importancia de la luz en nuestra vida y en nuestras actividades, cabe preguntarse ¿qué puedo hacer para reducir el impacto de la luz artificial? Acciones tan sencillas como definir el propósito de iluminar, usar sólo la cantidad de luz necesaria y sólo cuando sea útil, dirigir la luz hacia donde realmente se necesite iluminar y el uso de colores de colores cálidos, son parte de una receta que podemos seguir, tanto en nuestras oficinas, en la iluminación de una ciudad o incluso en nuestras casas. Lo importante es que el cambio parte por reconocer que la luz puede contaminar y hacer algo al respecto.
Finalmente, los invito esta noche a salir al patio de sus casas, a reconocer y reconectarse con la noche y que esto les dé el impulso para que trabajemos juntos en lograr que lo que hoy parece un privilegio de unos pocos; mirar un cielo sin contaminación lumínica, sea la realidad de muchos.
Columna publicada en: Codex Verde